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Opinión
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Jose Basagoiti

La Japonización y su deflación “expansiva”

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La "japonización" en el sentido económico se refiere al estancamiento al que se ha enfrentado la economía japonesa durante las últimas tres décadas, y se aplica típicamente en referencia a la preocupación de los economistas de que otros países desarrollados sigan el mismo camino.

Sin embargo, existen muchos conceptos erróneos sobre cuáles fueron exactamente las políticas económicas de Japón durante este período. Existe una narrativa generalizada de que Japón imprimió una tonelada de dinero y aun así terminó con deflación, lo que no es una caracterización del todo precisa.

En el 71, Nixon puso final al patrón oro, y para no hundir la demanda de dólares en el mercado, ligó la divisa al comercio de materias primas, especialmente el petróleo.

Básicamente, EEUU diseñó una manera para que todo el mundo necesite dólares, el gran privilegio que acuñó Charles de Gaulle. EEUU exportaba dólares e importaba bienes, lo que permitía salud económica a pesar del enorme déficit comercial. Japón fue una de las economías que estuvo al otro lado, con un importante superávit comercial.

Sin embargo, el encarecimiento de las materias primas con respecto al dólar provocó una de las peores inflaciones de la historia de EEUU, lo que llevó al presidente de la Reserva Federal, Volcker, a subir las tasas de interés hasta un 20 por ciento. Fijaros la diferencia con la situación actual.

La actuación de Volcker llevó al dólar a fortalecerse mucho frente a una canasta de monedas extranjeras. Este dólar fortalecido, sin embargo, se convirtió en un problema tal para el sistema global, principalmente para países netamente exportadores.

Japón sufrió bastante y para contrarrestas la situación, respondió con flexibilización monetaria, estímulo fiscal y reforma financiera. Hablamos de una de las políticas más agresivas de la historia que fue el inicio de una burbuja sin precedentes. El mercado bursátil y el mercado inmobiliario se inflaron como globos de helio.

Mientras se alentaba la burbuja, la población iba envejeciendo y con ello la productividad del país. El resultado fue 3 décadas de estancamiento secular, corrección en la bolsa, aversión al riesgo de la población y aumento enorme del atesoramiento por parte de la sociedad. Esto último explica en parte porque el país ha vivido en un contexto de deflación constante a pesar de las brutales políticas expansivas del Banco de Japón.

Es interesante porque Japón tuvo déficits fiscales masivos, monetizó esos déficits, imprimió dinero para comprar acciones y, aun así, obtuvo deflación en lugar de inflación.

Mucha gente piensa que la QE por sí sola es inflacionaria, pero no lo es. Sí podemos decir que influye en el precio de los activos, pero no en los bienes de consumo, ya que el QE aumenta las reservas bancarias, pero no necesariamente el dinero en circulación -billetes o depósitos-

Otra cosa es que el QE vaya acompañado de políticas fiscales expansivas, como en occidente ahora, donde parte de esa base monetaria, vía gobierno, se distribuye entre la sociedad. Un ejemplo claro ha sido el Tesoro de los Estados Unidos que, literalmente, ha enviado cheques a la población. En Europa lo hemos visto con los ERTEs y otro tipo de subvenciones.

Japón a diferencia de lo que la gente piensa, ha aumentado mucho menos la cantidad de dinero que regiones como Europa o EEUU. Es imprescindible distinguir entre reservas bancarias y dinero en circulación. Japón ha disparado lo primero, pero no lo segundo. Gran parte de la masa monetaria no llega a la economía, se queda congelada en el sector financiero. Es por esto, que no hemos visto inflación de bienes en Japón y sí inflación de activos -El BoJ compra directamente acciones-

Esta situación también se pudo apreciar en la crisis de 2008. La FED aumentó mucho su balance a través de la QE, pero este no se tradujo necesariamente en un aumento del dinero en circulación, porque no había un mecanismo directo para convertir la base monetaria en dinero amplio, a diferencia de 2020 donde se repartió directamente en helicóptero financiero. MMT al estilo más puro. La diferencia entre uno y otro se refleja en la inflación de consumo.

Para medir esto, muchos economistas utilizan lo que se conoce como “velocidad del dinero”. Japón lleva décadas con la velocidad cayendo en picado. Es decir, la base monetaria no se traduce en consumo final. Otra cosa es que, a la tradicional medida de Velocidad del dinero, le añadamos también las transacciones financieras -renta variable y fija-, en ese caso, la V está bastante estable en la mayoría de las economías, a diferencia de lo que se lee en muchos análisis. En mi opinión, es muy necesario incluir estas transacciones dentro de la tradicional medida de Velocidad del dinero.

Asimismo, el sector privado se ha desapalancado mucho en las últimas décadas o lo que es lo mismo, la deuda privada se ha reducido mucho. Y lo ha hecho en mayor cantidad que el endeudamiento público, por lo que netamente han disminuido su deuda.

Cuando la deuda se reduce, se destruye dinero. Así como los préstamos bancarios crean depósitos, el reembolso de los préstamos bancarios destruye los depósitos.

Es importante entender las diferencias entre entornos monetarios y macroeconómicos para no caer en argumentos reduccionistas como que aumentar la base monetaria necesariamente genera inflación. Sólo tensionará los precios si ese dinero entra en la economía y para ello tiene que haber mecanismos de transmisión.

Por eso mismo, el problema de Japón no es la inflación, sino tener una economía zombificada por la manipulación estructural de los tipos de interés. Al tener el crédito barato por decreto, muchas empresas que prácticamente no generan productividad, siguen operativas acaparando factores productivos y evitando así la buena redistribución de los mismos.

Pero el problema de occidente puede ser doble si a esta zombificación o europeización, le añadimos además inflación.

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