El forward earning yield, que mide los beneficios futuros esperados de las empresas del S&P 500, es el inverso del PER y representa la rentabilidad implícita del índice. Actualmente, el S&P 500 cotiza cerca de sus máximos históricos alcanzados el pasado 6 de enero. Paralelamente, la TIR del bono estadounidense a 10 años se sitúa en torno al 4,7%.
En este momento, la diferencia entre el forward earning yield del S&P 500 y la TIR del Treasury a 10 años es negativa, algo que no se había visto desde 2002, y la brecha continúa ampliándose.
Esta situación debería ajustarse eventualmente, ya sea a través de caídas en el mercado bursátil, recortes en la TIR del Treasury (lo que implicaría una subida en el precio del bono), o una combinación de ambos factores. Desde finales de 2023, cada vez que la TIR del bono se acercó al 5%, el mercado reaccionó de manera similar.
El comportamiento actual refleja las expectativas del mercado. Mientras tanto, los bonos están descontando un aumento en la inflación en Estados Unidos debido a una economía más robusta de lo previsto, junto con la normalización de la curva de rendimientos, que se está empinando.
¿Podría la TIR superar el 5%? Si eso ocurriera, es probable que las bolsas se vean afectadas. En este contexto, surge la pregunta: ¿vale la pena adquirir Treasuries nuevamente en estos niveles, apostando por un ajuste hacia el 4%? Lo que sí está claro es que incluir bonos del Tesoro en la cartera no solo tiene sentido táctico, sino también estratégico, ya que ofrecen diversificación y pueden desempeñar un papel clave en escenarios de riesgo extremo.