El primer debate presidencial de este ciclo electoral en Estados Unidos, que enfrentó en junio a Joe Biden y Donald Trump, duró apenas cinco minutos. Aunque ambos contendientes hablaron formalmente durante 90 minutos ante las cámaras, las primeras intervenciones marcaron el destino de la noche y de la carrera de Biden. El segundo debate, técnicamente el primer cara a cara entre Trump y Kamala Harris, fue muy diferente. Tras un feroz intercambio, la vicepresidenta salió reforzada, sin cometer errores y logrando sacar de quicio al multimillonario en varias ocasiones, mostrando su lado más irascible, descontrolado y errático.
Es un debate que no pasará a la historia por sus propuestas sociales o económicas. Ambos se lo habían preparado, pero la estrategia de Harris se impuso al abrumador torrente dialéctico del republicano.
El plan de la demócrata no podía ser más simple: presentar su faceta más moderada y alegre, apuntar al ego de Trump y esperar a que su ira hiciera el resto. Y funcionó a la perfección. Ella permaneció serena y sonriente toda la noche, "con fuerza, pero sin estridencias", en palabras del senador Chuck Schumer, uno de los pesos pesados del frente progresista. Sin entrar al trapo, sin dejarse enredar, ignorando las pullas personales que caracterizan a Trump.
Trump picó el anzuelo varias veces y pareció perder los papeles a lo largo de la conversación. Un claro ejemplo fue una rabieta que tuvo defendiendo que sus mítines "son los mejores de la historia" o que "muchos profesores dicen que mi plan económico es extraordinario". Subida del tono, del volumen, ataques personales, contra ella o Biden "ese pobre hombre débil y patético" y mentiras inverosímiles. Mucho fango y barro que sí gusta a una pequeña parte de la sociedad americana pero no al núcleo del país. Hasta en tres ocasiones los moderadores tuvieron que dirigirse a los millones de espectadores para aclarar que "no hay ninguna ley en ningún estado de EEUU que permita matar a recién nacidos", ante la recurrente historia de Trump de que los demócratas permiten "no el aborto, sino la ejecución de recién nacidos".
Tuvieron que actuar una segunda vez para recalcar que según todas las autoridades, no hay ningún caso detectado de comunidades de ningún tipo que se estén comiendo mascotas, después de que el ex presidente reprodujera e incluso amplificara el bulo de que inmigrantes haitianos "se están comiendo a los perros y los gatos de la gente" en Ohio. Asimismo, Trump insistió repetidamente en que él ganó las últimas elecciones y que jamás reconocerá su derrota, dejando caer que hubo alguna especie de "Pucherazo".
Clara victoria de Harris
El 63% de los votantes registrados que vieron el debate, creen que Harris tuvo un mejor desempeño, según una encuesta de CNN, por tanto sólo un 37% que vieron ganador al republicano. Antes del debate, los mismos votantes estaban divididos en partes iguales sobre qué candidato lo haría mejor.
La obsesión del equipo de Trump era calmarlo, que mantuviera la compostura, como hizo contra Joe Biden en Atlanta. Tras concluir el debate, podemos afirmar que su equipo de expertos fracasó en la preparación.
Harris, sin embargo, tenía el objetivo de mantener la ilusión que ha impulsado a su campaña, logrando una recaudación récord y remontada en las encuestas. Diferenciarse de Biden todo lo posible y recalcar que es lo opuesto a Trump en prácticamente todo.
El enredo con el aborto y los recién nacidos
El ejemplo más claro es el del aborto. Trump no logró que el debate se centrara en la economía y sobre todo en la inflación. Ni siquiera en la inmigración y las fronteras. Y en el que más tenía que perder, el del aborto, dejó que se le fuera el control. Ante las preguntas concretas fue incapaz de decir si firmaría o vetaría una ley que impulsara una prohibición nacional. Él se escudó en que es materia de los estados y elaboró ese relato retorcido sobre el asesinato de bebés ya nacidos. Una cosa bastante surrealista.
Esperanza vs decadencia
El cara a cara dejó, sobre todo, dos visiones completamente opuestas, dos estilos irreconciliables, uno en positivo y otro en negativo. Ella hablando de las oportunidades del porvenir y él denunciando la decadencia, hundimiento y la crisis del presente.
El mensaje central de Trump es que su presidencia fue la mejor de la historia y la siguiente es mejor, si bien cuando le pidieron más precisión, como por ejemplo en Sanidad, dijo que lo que tiene es "esbozos, conceptos de un plan" y no uno concreto porque eso se hace una vez en el poder. Se quedó anclado en el pasado, incluyendo los meses posteriores a la derrota de 2020. "Somos una nación fallida, en serio declive. El mundo se ríe de nosotros, no tenemos líder, no nos enteramos de nada", dijo en su intervención, cargando contra "el peor presidente de la historia del país".
El mensaje de Harris fue el de cambio, "la esperanza". "No soy Joe Biden y claramente no soy Donald Trump. Propongo un nuevo liderazgo que ensalce el optimismo en vez de estar siempre enfadados".
Mi conclusión
Fue un debate personal, de ataques de personalidad y no de propuestas económicas. Trump tenía mucho que ganar en eso y no supo conducirlo. Las propuestas de Harris de subir impuestos de forma agresiva, tanto a empresas como a personas, así como de incentivar el gasto público para inversiones estratégicas, con déficits del 6-7%, son fáciles de atacar, pero, el republicano, no supo conducir hacia ahí el debate. Es verdad que ambos son, lo que yo llamo, políticos de deuda, es decir, gobernantes que utilizan el déficit para tejer redes clientelares.
*En este ARTÍCULO analizo la espiral de deuda de EEUU.
Sin embargo, dentro de las políticas keynesianas de ambos, Trump aspira a liberalizar algo más el mercado, a desregularizar y a reducir los costos fiscales a empresas, lo que el mercado de renta variable y criptodivisas ya ha dejado claro en varias ocasiones con las reacciones del precio.
Si Harris finalmente gana, deberemos ver si su política fiscal es tan agresiva como parece. En ese caso, los mercados se lo pueden tomar mal en un entorno ademas ya complicado. Si Trump gana, el activo más favorecido puede ser Bitcoin, por esa reserva estratégica que promete el republicano, pero las bolsas también se pueden animar por esa promesa de reducir el impuesto de sociedades por debajo del 15%.