
Durante gran parte del siglo XX, Estados Unidos fue el indiscutible guardián del oro mundial: llegó a concentrar más del 50% de las reservas globales.
Hoy, sin embargo, esa hegemonía se ha diluido hasta quedar en apenas un 20%. Mientras tanto, otros países —entre ellos China, Rusia e India— han intensificado sus compras, impulsando las reservas internacionales a su nivel más alto en casi cinco décadas.
Estancamiento en EE. UU.: las reservas permanecen cerca de mínimos históricos de 90 años.
Impulso global: el resto del mundo alcanza un máximo de 49 años en acumulación de oro.
Pérdida de liderazgo: de dominar con un 53% del oro mundial, EE. UU. ha quedado relegado a solo una quinta parte.

Este cambio refleja un reajuste silencioso pero significativo en la arquitectura financiera internacional.
Con la inflación persistente, la desconfianza en el dólar y el auge de las tensiones geopolíticas, el oro ha vuelto a ser visto como refugio seguro. Bancos centrales de mercados emergentes han acelerado su acumulación, diversificando lejos de los activos denominados en dólares.
Si la tendencia continúa, Washington podría verse presionado a replantear su estrategia monetaria y su papel en el sistema financiero global, donde el oro está recuperando protagonismo tras décadas de relativa irrelevancia.