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Álvaro Basagoiti18 de septiembre de 2025

Eslovaquia y Hungría Ponen Precio a su Independencia de Rusia

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En un momento de crecientes tensiones geopolíticas, dos miembros de la Unión Europea se han plantado firmes contra los vientos de un embargo total a la energía rusa. Eslovaquia y Hungría han dejado claro que su postura no es ideológica, sino un crudo ejercicio de realpolitik económica.

Su negativa a cortar el suministro de gas y petróleo rusos no es un simple desafío político, sino una declaración financiera con implicaciones para toda la región.

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La Dependencia Histórica y el Coste de la Transición

La posición de ambos países se entiende mejor a la luz de su geografía y de su herencia de la Guerra Fría. Al ser naciones sin salida al mar, su infraestructura energética está históricamente vinculada a las redes de gasoductos rusos.

Cortar este flujo de la noche a la mañana no solo pondría en riesgo su seguridad energética, sino que les obligaría a realizar inversiones masivas en nuevas terminales de gas natural licuado (GNL) y gasoductos, proyectos que requieren de años y miles de millones de euros en gasto de capital (CAPEX).

Un cese inmediato de las importaciones rusas provocaría un shock en sus mercados energéticos locales, desatando un repunte inflacionario que perjudicaría a sus industrias y reduciría la competitividad de sus exportaciones. Para ellos, el costo de la independencia energética no es negociable, y están dejando claro que no lo asumirán sin ayuda externa. Una Estrategia de Negociación a Plazo Fijo

En este contexto, el rechazo de Eslovaquia y Hungría a apoyar un embargo total, a pesar de la presión de figuras como Donald Trump, debe interpretarse como una estrategia de negociación. Ambos países están usando su dependencia energética como palanca para conseguir garantías concretas: financiación y acuerdos de suministro de la Unión Europea o de Estados Unidos.

Su mensaje es, en esencia, un ultimátum: solo se subirán a bordo del embargo cuando se les ofrezca un plan financiero y de infraestructura que les asegure una transición viable.

En este ajedrez geopolítico, Eslovaquia y Hungría no están pidiendo favores, sino que están poniendo un precio a su alineación y negociando con la fría lógica del mercado.

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