Estados Unidos cerró su año fiscal 2024 con un déficit de 1.83 billones de dólares, gastando mucho más de lo que ingresó.
Este nivel de déficit no tiene precedentes, excepto por los años extraordinarios de la era COVID-19. Y, una vez más, ese déficit se financió tomando más deuda, una tendencia que se ha vuelto la norma. De hecho, desde que hay registros modernos (a partir de 1980), Estados Unidos solo ha conseguido un superávit en tres ocasiones: en 1998, 1999 y 2000.
El Departamento del Tesoro atribuye este aumento principalmente al hecho de que, por primera vez, los pagos de intereses de la deuda superaron el billón de dólares en un solo año (alcanzando 1.13 billones en 2024).
Esto coloca a la economía estadounidense en un círculo vicioso de deuda que se perpetúa a sí mismo, acelerando la devaluación del dólar. Como si fuera poco, la moneda estadounidense está perdiendo paulatinamente su estatus de divisa de reserva mundial. Sin duda, estamos presenciando un momento de gran relevancia histórica.
La conclusión es clara: deuda en aumento implica un dólar en declive, mientras que los activos tangibles como bienes raíces, metales preciosos, y otras inversiones físicas están en alza. Esto podría representar una de las mejores oportunidades de inversión de nuestra época.